A
menudo en la vida nos encontramos perdidos, desubicados, quizá un poco
desorientados. No es fácil vivir sin encontrar lo que buscas, o sin saber si
quiera qué es aquello que buscas. Y esto ocurre en todas las facetas de la
vida: buscamos el equilibrio familiar, buscamos la pareja con la que soñar
nuestra vida, buscamos el trabajo que nos haga plenos…
Y en
ocasiones esa búsqueda es fructífera en sí incluso antes de llegar a su fin,
pues alimenta otras búsquedas. Incluso a veces descubres entre búsquedas, que
has encontrado tu sitio. Ese sitio puede ser un lugar, una persona, o
simplemente una forma de estar en la vida. Y ese sitio no tiene que ser
necesariamente el lugar final, de hecho la mayoría de las ocasiones ese sitio
sólo es un nuevo lugar de partida.
Y creo
que lo he encontrado. Se llama FISIOTERAPIA y fue una suerte encontrarnos. Es
la suerte de acercarse a las personas a través de sus debilidades. Es la magia
de que te confíen no sólo su cuerpo, sino también parte de lo que llevan por
dentro.
La
fisioterapia me da la oportunidad de conocer las limitaciones de la gente, no
sólo su movilidad o su fuerza, sino su capacidad de superación. Me enseña cada
día a estar más cerca de las personas, a sufrir con otros.
Si algo
he aprendido en fisioterapia es a pisar sobre el terreno sagrado que son las
personas: con sus heridas y sus cicatrices, sus lesiones y sus limitaciones,
sus ganas y sus desánimos, sus miedos y su confianza.
Y
es una profesión de la que te vas enamorando poco a poco. Empezó por ayudarme a
salir de mi timidez. Consiguió después conocer mi cuerpo y todas las
posibilidades que mis manos tenían para sanar. En la carrera aprendí técnicas,
aparatos, maniobras, enfermedades… Pero fuera aprendí a tratar con las personas
y sus historias. Y es esto lo que me llena la vida.
Más
tarde aprendí que a veces hay más de fisioterapia en una sonrisa en un momento
de dificultad que en la más novedosa técnica. Que a veces el paciente es más
persona que paciente, y que lo que lleva dentro influye mucho en lo que muestra
fuera. Que una conversación y un abrazo
es a veces el mejor protocolo de tratamiento.
Fisioterapia
es también aprender a mirar. Es tocar con nuestras manos las lesiones externas
y con el corazón las heridas que van por dentro. Tocar por dentro y por fuera.
Es que la mayor alegría del día sean los primeros pasos de un paciente. Es
saber que está en tus manos, y en tu cabeza. Que la confianza está puesta en
ti.
Así que
sí. Si me enamora la fisioterapia es porque ha sido una de las claves para enamorarme
de las personas. De las personas que he tratado, de mis compañeras de trabajo,
de quienes me llaman masajista. Todos me han hecho creer en las personas y sus
capacidades. Sí, me enamora la gente: la que me quiere, a la que quiero, la que
me lo pone difícil, la que me ignora, la que me reta… Me enamora aquello que me
hace crecer, y sin duda, la fisioterapia es mi sitio, por hacerme crecer en
ambición, en confianza, y en plenitud. Me enamora la fisioterapia porque me
regala la oportunidad de entregarme a las limitaciones de los demás, y sin
duda, ESTE ES MI SITIO… porque mis manos también son mis ojos.