La vida está construida a base de decisiones, opciones y
casualidades. Todas ellas llevan consigo una inevitable dosis de renuncia: si
tomas un camino, estás renunciando a otro. O como dicen las madres: “no se
puede querer todo en esta vida”.
Lo que quiero decir, es que hay distintas renuncias. Las hay
conscientes e inconscientes. Voluntarias y contra nuestra voluntad. Pequeñas y
grandes. Pero las que llevan mucho tiempo rondándome responden a otro tipo de
clasificación: las renuncias que se asumen y las renuncias que se arrastran.
Las primeras llevan su tiempo de adaptación, pero se acaban aceptando y
superando. La mayoría de las veces son fruto de una elección personal. Las
segundas suponen un peso, cada uno carga con ellas como puede. Normalmente
estas no se eligen, sino que son resultado de un acontecimiento ineludible.
En mi caso, hace algún tiempo que arrastro alguna de estas
renuncias. Tiene nombre propio. Se llama BALONCESTO y ha sido mi forma de vida
durante muchos años. Y no sólo mi forma de vida, ha sido mi refugio, mi
liberación, el medio por el que canalizar toda mi energía… Es complicado
plasmar lo que ha significado el baloncesto en mi vida, sólo los privilegiados
que han tenido la suerte de vivirlo y sentirlo pueden comprender que se hace esencial en nuestras vidas.
Mi carácter comenzó a forjarse en las canchas. El baloncesto
me enseñó a luchar, a pelear, a soñar. Me enseñó a caer, a fracasar, a perder.
El baloncesto me hizo confiar en mí misma y aprendí también a confiar en otros,
saber que sola no puedo. También me hizo ver que las renuncias son parte de la
vida. Que el sacrificio y la entrega a veces encuentran premio y otras muchas
no. Sin duda, la lección más importante fue QUE LA VICTORIA NO ESTÁ EN LOS
RESULTADOS, SINO EN LA FORMA DE JUGAR.
Así que sí, todo lo vivido en las canchas me ha hecho ser
como soy hoy. Porque en la vida también toca luchar, pelear, caer, fracasar,
confiar, renunciar, soñar… y pase lo que pase, seguir jugando. A veces nos
tocará ser el jugador determinante, otras veces seremos el que da las asistencias
o el mejor defensor. A veces nos tocará ver el partido desde el banquillo,
sabiendo qué es lo que se nos pide en cada ocasión y asumiendo nuestro rol como
parte imprescindible para el crecimiento del equipo.
Hoy, un año después de la operación que me ha alejado de mi
pasión, necesitaba dedicar este agradecimiento al BALONCESTO y a todos los que
forman parte de este mundo, por tanto recibido y vivido. Sé que este deporte es
una de esas renuncias que uno arrastra sin adaptarse, sin encontrar sustituto,
sin encontrar consuelo. Supongo que esto es también parte de SU GRANDEZA. La
suerte es que lo sentido y lo aprendido durante tantos años permanece, ayuda a
disfrutar de las etapas de banquillo y estimula para volver aún con más fuerza.