martes, 21 de octubre de 2014

SER FISIOTERAPEUTA

                A menudo en la vida nos encontramos perdidos, desubicados, quizá un poco desorientados. No es fácil vivir sin encontrar lo que buscas, o sin saber si quiera qué es aquello que buscas. Y esto ocurre en todas las facetas de la vida: buscamos el equilibrio familiar, buscamos la pareja con la que soñar nuestra vida, buscamos el trabajo que nos haga plenos…
                Y en ocasiones esa búsqueda es fructífera en sí incluso antes de llegar a su fin, pues alimenta otras búsquedas. Incluso a veces descubres entre búsquedas, que has encontrado tu sitio. Ese sitio puede ser un lugar, una persona, o simplemente una forma de estar en la vida. Y ese sitio no tiene que ser necesariamente el lugar final, de hecho la mayoría de las ocasiones ese sitio sólo es un nuevo lugar de partida.
                Y creo que lo he encontrado. Se llama FISIOTERAPIA y fue una suerte encontrarnos. Es la suerte de acercarse a las personas a través de sus debilidades. Es la magia de que te confíen no sólo su cuerpo, sino también parte de lo que llevan por dentro.
                La fisioterapia me da la oportunidad de conocer las limitaciones de la gente, no sólo su movilidad o su fuerza, sino su capacidad de superación. Me enseña cada día a estar más cerca de las personas, a sufrir con otros.
                Si algo he aprendido en fisioterapia es a pisar sobre el terreno sagrado que son las personas: con sus heridas y sus cicatrices, sus lesiones y sus limitaciones, sus ganas y sus desánimos, sus miedos y su confianza.
https://pbs.twimg.com/media/Bv48cUKCYAAmKNK.jpg:large                Y es una profesión de la que te vas enamorando poco a poco. Empezó por ayudarme a salir de mi timidez. Consiguió después conocer mi cuerpo y todas las posibilidades que mis manos tenían para sanar. En la carrera aprendí técnicas, aparatos, maniobras, enfermedades… Pero fuera aprendí a tratar con las personas y sus historias. Y es esto lo que me llena la vida.
                Más tarde aprendí que a veces hay más de fisioterapia en una sonrisa en un momento de dificultad que en la más novedosa técnica. Que a veces el paciente es más persona que paciente, y que lo que lleva dentro influye mucho en lo que muestra fuera. Que una conversación y un abrazo  es a veces el mejor protocolo de tratamiento.
                Fisioterapia es también aprender a mirar. Es tocar con nuestras manos las lesiones externas y con el corazón las heridas que van por dentro. Tocar por dentro y por fuera. Es que la mayor alegría del día sean los primeros pasos de un paciente. Es saber que está en tus manos, y en tu cabeza. Que la confianza está puesta en ti.
                Así que sí. Si me enamora la fisioterapia es porque ha sido una de las claves para enamorarme de las personas. De las personas que he tratado, de mis compañeras de trabajo, de quienes me llaman masajista. Todos me han hecho creer en las personas y sus capacidades. Sí, me enamora la gente: la que me quiere, a la que quiero, la que me lo pone difícil, la que me ignora, la que me reta… Me enamora aquello que me hace crecer, y sin duda, la fisioterapia es mi sitio, por hacerme crecer en ambición, en confianza, y en plenitud. Me enamora la fisioterapia porque me regala la oportunidad de entregarme a las limitaciones de los demás, y sin duda, ESTE ES MI SITIO… porque mis manos también son mis ojos.



                

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